No todos los niños con altas capacidades son intensos emocionalmente, pero muchos sí lo son. Su forma de sentir suele ser profunda, rápida e intensa. A veces se frustran con facilidad, reaccionan con fuerza ante la injusticia o viven el rechazo de forma muy dolorosa.
Lo primero es normalizar estas emociones y dejar de verlas como un “problema”. Después, trabajar la gestión emocional desde el vínculo, la escucha y la validación. No se trata de evitar los enfados o las lágrimas, sino de acompañarlos.
Puedes practicar el uso de etiquetas emocionales (“veo que estás muy frustrado porque…”), ofrecer recursos como la escritura, el dibujo o el movimiento corporal, y ayudarle a anticipar situaciones que le puedan alterar.
La clave está en enseñarle que no está mal sentir intensamente, pero que puede aprender a expresarlo de forma segura para él y para los demás.